domingo, 10 de julio de 2011

46. Alardeos

A Yésica Timerman siempre le dijeron, desde que tenía cinco años, que cosechara su inteligencia ya que no podría esperar mucho de su cuerpo. Pero ahora, a sus dieciséis años podía dejar callados a todos los que dudaron del correcto desarrollo de su figura femenina, que sabía explotar muy bien no obstante su relativamente corta edad. Ahora se encuentra con su mejor ropa de primavera, esperando en una de las salas del sitiado hospital Argerich, a que lleguen los periodistas que la entrevistarán en exclusiva luego de que su madrastra, madre biológica de Pedro Alarcón, le pidiera con lágrimas que los acompañara en este momento tan especial para su hijo, el hermanastro de Yésica. Desde que comenzaron a compartir la misma casa, hace año y medio cuando sus respectivos padre y madre decidieron vivir juntos luego de enviudar por separado gracias a esa sustancia rosada y pegajosa que hace explotar a los enamorados, ella sintió simpatía por Pedrito, un año menor que ella. Él la espiaba mientras se bañaba, varias veces llegó dormido en medio de la noche hasta su cama para arroparse junto a ella. Y ella se dejaba. Un día que sus padres no estaban, mientras disfrutaba el voyeurismo de su hermanastro, ella lo invitó a que compartieran la ducha. Pedro se fue sin mediar palabra y se encerró en su habitación. Desde ese momento el muchacho comenzó a manifestar los síntomas. Desde ese momento por más de un año, Yésica se sintió cada vez más interesada y atraída por su hermanastro hasta que la decepción llegó a su celular, hace tres días, en la voz de su madrastra: se ha curado tu hermano Yésica, ya casi lo tendremos en casa nuevamente!!! ... La verdad era que Yésica ya no podía soportar cerca a un hermano que no estuviera enfermo por ella... a ningún hombre que no explotara por ella...

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