miércoles, 30 de junio de 2010

32. Club

Una figura alta y oscura lo invitó a entrar, la visión era completamente nula, tan solo se oían los crujidos de la madera con cada paso y la permanente sensación incómoda de ir a chocar con algo o caer por una grieta. Caminó más o menos 20 pasos de distancia en medio de la más negra tiniebla que David hubiera podido experimentar, cuando de repente se golpeó de frente con lo que parecía una puerta de madera, grande y pesada. Adornos grabados en su superficie, volutas y quimeras podían apreciarse al acariciarla. La madera comenzó a crugir y la puerta se abrió lentamente, una luz azul comenzó a escaparse del interior a medida que un profundo beat de música electrónica retumbaba en el salón que acababa de ser abierto; voces, risas, copas, luces intermitentes y licor a borbotones. David quedó deslumbrado. La figura negra que lo acompañó durante todo el recorrido, desde la puerta de la calle y a lo largo del pasillo oscuro, agarró a David por el cuello y de un empujón lo lanzó al suelo; David restregó su cara contra el piso. Cuando se iba reincorporando se posaron junto a él un par de altos tacones color granate, mirada detenida de abajo a arriba: tacones, pantorrillas formadas y muslos carnosos y tonificados cubiertos por una media velada tipo malla de color negro, estupendo vestido corto, negro también, que apretaba una formidable cintura delgada, y aprisionaban un perturbador y brillante par de tetas, redondas, generosas, suaves y a medio salir. Cuello delgado, agitado y hombros angostos. Desde allí arriba lo observaba Maribel con rostro inerte.

sábado, 19 de junio de 2010

31. Bienvenido!!!

El 523 de la calle Pringles, una casa vieja con apariencia de nada especial, un aldabón de argolla hecho en bronce corroido por los años, puertas altas de madera gastada que no provocan ni ser tocadas. Ahí estaba David, siguiendo las instrucciones que contenía el sobre rosado. ¿Instrucciones para qué? Ese era justamente el momento en el que él mismo se lo preguntaba, parado junto a esa casa antigua y en medio de la noche fría (a las 22, tal como decían las instrucciones) y arrepintiéndose por primera vez de su curiosidad histérica y acrítica. Knock Kcnok Knock... El eco del bronce sobre la madera hacía temblar los huesos, se esparcían las ondas sonoras hacia el espacio interior dando idea de su vacía inmensidad, de su oscuridad, de su propio miedo a entrar por esa puerta. Pasos lentos y pesados se alcanzaban a percibir desde el interior, acercándose sobre un piso de madera probablemente igual de gastada a la de la puerta. Justo cuando David sintió la sonora presencia junto a él, al otro lado de la entrada los pasos se detuvieron, el eco de los mismos se desvaneció en el interior de la casa oscura, el silencio; David, ansioso, arrimó la oreja a la puerta y le pareció escuchar la respiración de la presencia que aguardaba al otro lado, respiración lenta y medida. Se quedó allí esperando, pero no se atrevía a golpear nuevamente. Una cerradura tan vieja como bullosa comenzó a chasquear, los goznes rechinaron en medio de la oscuridad interior.

miércoles, 2 de junio de 2010

30. Herencia

Aunque la pasaba bastante bien con Laura, un día David se dió cuenta de cuánto extrañaba a Maribel. A pesar de que no tenía nada consensuado con ninguna de las dos mujeres, más que días planeados para follar y el turno de los orgasmos, no pudo borrar nunca de su memoria la cara de Maribel,en el instante en que lo descubrió besando a Laura en la salida de una galería. Un beso lujurioso, lleno de caricias mutuas interrumpido por el llamado entrecortado de la muchacha. David se separó de Laura lentamente, los ojos se abrieron tranquilos y la lengua todavía saboreaba su esencia en los labios. De la profundidad de los ojos de Laura dirigió su mirada hacia la fuente de la dudosa voz que lo llamaba, ahí estaba Maribel con los ojos abiertos de par en par, agitación en el pecho y tensión fracturante en los hombros que le levantaban los senos divinamente. David se dio cuenta de las emociones de Maribel pero lo ocultó. Con naturalidad impostada caminó sonriendo y mirándola fijamente a los ojos y a los senos, la abrazó y la saludó con un sonoro beso en la boca. -¿Cómo estás cosota?-. Desde ese día no tuvo noticias de Maribel, intentó buscarla infructuosamente a través de varios canales; después de dos semanas perdió el interés. Transcurrió cerca de un mes hasta que llegó a su casa un sobre rosado, en el que con letras cursivas rojas hechas a mano se leía: Bienvenido.